En este Día del Maestro y la Maestra, rendimos homenaje a quienes no solo han enseñado desde los libros, sino desde la historia viva, la resistencia y la memoria colectiva. Hoy queremos reconocer y agradecer profundamente a las maestras y maestros afrocolombianos que, con firmeza, dignidad y sabiduría, han sostenido sobre sus hombros la educación de generaciones enteras en territorios muchas veces olvidados por el Estado, pero jamás por la esperanza.
El papel de los educadores afrocolombianos ha sido mucho más que el de transmisores de conocimientos académicos. Ellos y ellas han sido guardianes de la palabra ancestral, protectores de las lenguas, de los cantos, de las cosmogonías, de los saberes medicinales y de los relatos que dan sentido al mundo afrodescendiente. En aulas improvisadas, escuelas rurales, casas comunales o bajo la sombra de un árbol, han hecho de la educación un acto de resistencia, un gesto cotidiano de amor por la libertad y la justicia.
Ser maestro o maestra en contextos afrocolombianos no es solo una profesión: es una vocación profundamente política y espiritual. Es enseñar a los niños y niñas que su piel es hermosa, que su historia es digna, que su cultura es poderosa. Es luchar contra el racismo estructural desde el pizarrón y con la voz. Es formar pensamiento crítico desde los márgenes para que un día esos márgenes sean centro. Es defender el derecho a la educación cuando todo conspira contra ella: la violencia, la exclusión, la pobreza, el olvido institucional.
A lo largo de la historia de Colombia, los maestros y maestras afro han sido liderazgos comunitarios, orientadores de procesos organizativos, portadores de la memoria ancestral y promotores de una pedagogía de la vida. En los territorios donde se ha querido sembrar el silencio, ellos han hablado. Donde se ha querido imponer el olvido, ellos han contado. Donde se ha querido fracturar el tejido social, ellos han remendado con saberes y afecto.
Hoy, cuando seguimos caminando hacia la construcción de un país pluriétnico, incluyente y en paz, no podemos hablar de transformación sin reconocer a quienes han sembrado esperanza desde los salones de clase hasta los palenques educativos de resistencia. Celebrar a los maestros y maestras afrocolombianas es, también, una forma de hacer justicia histórica.
Gracias por ser faro en la oscuridad, por resistir con la palabra, por soñar con cada estudiante y por demostrarnos que educar es también liberar.
¡Feliz Día del Maestro y la Maestra Afrocolombiana!