25N Una Mirada desde las Mujeres Negras 

Donde la violencia tiene color Somos porque ellas resisten: 25N desde las mujeres negras 

En Colombia, hablar del 25 de noviembre no puede hacerse sin nombrar a las mujeres negras, afrocolombianas, raizales y palenqueras. No porque nuestro dolor sea más importante —esto no se trata de quién sufre más; toda violencia es injustificable— sino porque la violencia que nos atraviesa tiene el color del racismo estructural y las huellas del colonialismo que aún hoy marcan nuestros cuerpos y territorios. 

Como afirma la pensadora Kimberlé Crenshaw, las violencias no se suman: se entrecruzan. Las mujeres negras no vivimos la violencia de género de manera aislada, sino en intersección con la racialización, el empobrecimiento, la instrumentalización, la exclusión estatal y la marginación territorial. Somos blanco de múltiples formas de despojo: físico, simbólico, estético y epistémico. 

Según el Centro Nacional de Memoria Histórica, en los territorios históricamente habitados por el pueblo afrodescendiente, hasta el 87 % de las víctimas de violencia sexual en medio del conflicto armado son mujeres negras. Pero ese dato no cuenta lo más importante: los silencios impuestos, las rutas de atención que no nos consideran, las instituciones que no nos creen, un sistema de salud que no nos escucha, una educación que nos borra, y un país que sigue normalizando la desigualdad racial y patriarcal. 

Conmemorar el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer reduciéndolo a la visibilización de la violencia física no es suficiente. Porque la violencia contra nosotras no empieza con el golpe. Empieza en la mirada que nos exotiza, en el uniforme policial que nos ve como sospechosas, en los medios que reproducen estereotipos coloniales, en las estadísticas que nos excluyen, y en un sistema que nos exige ser fuertes incluso cuando lo que necesitamos es cuidado, descanso y reparación. Como nos recuerda Bell Hooks, la violencia también es epistémica y estética: se nos niega la posibilidad de ser bellas en nuestros términos, se margina nuestra historia, se silencia nuestro saber. 

Pero hay algo que el poder no puede domesticar: nuestra resistencia. 

Hemos tejido caminos de vida cuando la justicia nos ha fallado. Desde las cantadoras que transforman el duelo en canto, hasta las parteras que cuidan con saberes ancestrales, pasando por las lideresas que defienden la tierra frente al despojo. Nuestra historia es una historia de dignidad que sobrevive, que repara, que transforma. 

En palabras de Audre Lorde, el erotismo —entendido como energía vital y no como deseo sexualizado— es también una forma de poder. Es ese poder el que sostiene a nuestras madres, tías, abuelas, vecinas y amigas que cuidan, que educan, que sostienen la vida cuando el Estado se ausenta. También hemos formado organizaciones, liderazgos y procesos comunitarios que han hecho de la dignidad una forma de sobrevivencia colectiva. 

El 25N no es solo un día para recordar la violencia: es un día para nombrar y honrar las resistencias. Porque sin justicia racial no hay justicia de género. Porque si no se reconoce la experiencia particular de las mujeres negras, el feminismo sigue reproduciendo la exclusión que dice combatir. 

Hoy, miramos de frente a esa historia negada. Y la contamos desde nuestro lugar de enunciación —como señalan las epistemologías del sur—, porque el conocimiento situado es una forma de resistencia y de legitimidad política. 

Nombramos a nuestras ancestras y a nuestras contemporáneas: 
Madres, abuelas, hermanas, tías, parteras, sabedoras, lideresas, maestras, psicólogas, comunicadoras, trabajadoras, estudiantes, empresarias, abogadas, activistas, defensoras del territorio. Todas nosotras. 

Nombramos sus luchas, las visibilizamos y las enaltecemos. Y aquí estamos: continuamos exigiendo un país donde nuestras vidas importen, no solo en los discursos, sino en las políticas, en los presupuestos, en la inversión y en las prácticas diarias. 

Existimos con dignidad y hablamos en voz alta. 

Porque cuando una mujer negra dice “no más”, 
habla por todas las que caminaron antes 
y por todas las que vendrán. 

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